Volá a Europa
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Uno de los puntos más icónicos de Londres con más de un 1.250.000 de visitantes el año pasado), la Abadía de Westminster es un templo digno de ver con detalle.
A veces resulta doloroso recurrir a los tópicos. Pero lo cierto es que cuando alguien se aleja de la capital portuguesa siente añoranza en el alma. Melancolía, tristeza por la pérdida de esas calles estrechas que se elevan rumbo al cielo alejándose del mar.
Por lo general, hace frío y llueve mucho. Para ser exactos, algunos días sale el sol. Pero no importa: la belleza de Edimburgo no depende de un golpe de luz o de la llegada de un verano que aquí se antoja realmente efímero. El encanto está en sus piedras lavadas y en una historia milenaria, en sus plazas y callejones, cargados de leyendas y misterios, en sus parques y jardines con monumentos a sus personajes más célebres, en sus cafés y pubs, donde se produce una gloriosa simbiosis entre locales y visitantes.
Entre lo divino y lo humano se encuentra una ciudad a la vez romántica y canalla, burguesa y atrevida, tradicional y vanguardista. Así es París. Pionera por su alumbrado urbano, la ciudad de las contradicciones fue llamada la ciudad de la luz a pesar de su clima lloroso y gris en invierno, pero austero y fresco en verano. Sentimental de día, traidora de noche, sus calles comienzan el día oliendo a croissant recién hecho y se duermen con olor de tienda de especias.