Estambul, la más bella de Oriente

Estambul, la más bella de Oriente

Es la ciudad más grande de Turquía y la tercera ciudad más poblada de Europa, fue la gran Constantinopla y ha sido capital de trés imperios, Romano, Bizantino y Otomano. Estambul es una de las ciudades más bellas de Europa, es también una de las trés situadas entre Europa y Asia, junto con Atyrau y Oremburgo.

Londres, la capital inabarcable

Londres, la capital inabarcable

La belleza de Londres no reside, como en otras antiguas capitales, en una monumental hegemonía arquitectónica sino más bien en la alianza de un patrimonio caótico y una prosperidad a prueba de siglos. La atrevida vanguardia de los últimos rascacielos no desmerece las añejas pinceladas góticas, que a su vez encajaron sin prejuicios con los faustos barrocos y la soberbia colonialista.

París, mitad divina, mitad humana

París, mitad divina, mitad humana

Entre lo divino y lo humano se encuentra una ciudad a la vez romántica y canalla, burguesa y atrevida, tradicional y vanguardista. Así es París. Pionera por su alumbrado urbano, la ciudad de las contradicciones fue llamada la ciudad de la luz a pesar de su clima lloroso y gris en invierno, pero austero y fresco en verano. Sentimental de día, traidora de noche, sus calles comienzan el día oliendo a croissant recién hecho y se duermen con olor de tienda de especias.

Edimburgo, cultura y diversión

Edimburgo, cultura y diversión

Por lo general, hace frío y llueve mucho. Para ser exactos, algunos días sale el sol. Pero no importa: la belleza de Edimburgo no depende de un golpe de luz o de la llegada de un verano que aquí se antoja realmente efímero. El encanto está en sus piedras lavadas y en una historia milenaria, en sus plazas y callejones, cargados de leyendas y misterios, en sus parques y jardines con monumentos a sus personajes más célebres, en sus cafés y pubs, donde se produce una gloriosa simbiosis entre locales y visitantes.

Lisboa, Luz y Nostalgia

Lisboa, Luz y Nostalgia

A veces resulta doloroso recurrir a los tópicos. Pero lo cierto es que cuando alguien se aleja de la capital portuguesa siente añoranza en el alma. Melancolía, tristeza por la pérdida de esas calles estrechas que se elevan rumbo al cielo alejándose del mar.